El Segundo Imperio de México y Maximiliano I de Austria.

Aquella aventura, o más bien desventura, de Maximiliano de Habsburgo al aceptar el trono de México fue, como todos sabemos, una temeridad. Para Napoleón III (en la imagen), emperador de los franceses, el desdichado Maximiliano sólo fue un peón en su política expansionista y de prestigio. Aunque puede ser que Napoleón III escogiese a archiduque Maximiliano de Austria, hijo del archiduque Francisco Carlos y de Sofía de Baviera, por su supuesto parentesco con él, y por eso le buscó una corona, aunque fuese en el otro lado del Atlántico. Se decía que el que durante unos pocos días fue Napoleón II, hijo del gran Napoleón, -que vivió en Viena como duque de Reichstadt-, y Sofía de Baviera, habían sido amantes, y que de esa unión nació el futuro emperador de México. Por tanto, Napoleón III y el duque de Reichstadt (Napoleón II) fueron primos hermanos; así pues, Napoleón III, era hipotéticamente, tío de Maximiliano I de México.

Como veis todo lo dicho más arriba está bastante enrevesado, pero es una teoría que se me ocurrió anoche mientras intentaba dormir; y que supongo que al igual como la he pensado yo, otros la hayan pensado también. Eso no lo sé. Repito, pues, que quizá de alguna forma, Napoleón III quiso honrar la memoria de Napoleón I, sentando a su “nieto” en el trono de México. Aunque fuese solo una marioneta en sus manos. (En la imagen el duque de Reichstadt)

De todas formas, los conservadores y la jerarquía católica mexicanos, buscaron un príncipe europeo al que ofrecerle la Corona, y ese honor recayó en la persona del archiduque Maximiliano, que naturalmente contaba con la ayuda económica de la Santa Sede y de Francia, así como del soporte militar de esta última. En un principio pareció que el pueblo mexicano, más bien los mexicanos de la capital, por plebiscito, aceptaron al Habsburgo como emperador.

México, había sufrido en medio siglo, una serie de vicisitudes desfavorables: el reinado de un efímero emperador, Agustín I Iturbide, que fue derrocado y fusilado; la independencia de Texas; una invasión norteamericana, que anexionó –sin derecho alguno-, casi la mitad del territorio mexicano; otra invasión de franceses, ingleses y españoles como principales acreedores de la república de Mexico… Así que los mexicanos trataban de recuperarse de todos esos desastres confiando en una república que tuvo que huir hacia el norte del país; y que acabó dirigiendo Benito Juárez, hasta su muerte. (Abajo, escudo imperial de México).

Mientras tanto, el nuevo emperador llegó a México en 1864, que como acabo de decir, era un país empobrecido y harto de las guerras que había tenido que soportar. (Abajo, Maximiliano I de México).

Maximiliano ya tenía fama de liberal en Europa -se había vislumbrado durante su gobierno virreinal en el Lombardo-Véneto-, y por eso no se llevaba muy bien con su hermano Francisco José I de Austria-Hungría; así que los conservadores mexicanos comenzaron a recelar de “su” emperador. No obstante, los verdaderos liberales del país, eran los que mantenían en jaque al Segundo Imperio; pues tenían el apoyo de los Estados Unidos, que habían acabado su Guerra Civil en 1865. Mientras eso sucedía, Francia retiraba sus tropas destacadas en México, porque Napoleón III comenzaba a sentirse amenazado en Europa.

Maximiliano I pudo abdicar y regresar a Europa, pero se negó a ello, y al final, con sus fuerzas leales, fue derrotado en la ciudad de Querétaro, traicionado por el coronel Miguel López.

El emperador fue ajusticiado y condenado a muerte. Fue fusilado el 19 de junio de 1867 en el famoso Cerro de las Campanas, en la misma Querétaro, junto a algunos de sus partidarios. Dicen que el emperador, antes de morir dijo: ¡Mexicanos! Muero por una causa justa, la de la independencia y libertad de México. Ojalá que mi sangre ponga fin para siempre a las desgracias de mi nueva patria. ¡Viva México!".

Su cuerpo fue llevado a Viena y enterrado en la Cripta Imperial.

El emperador casó, siendo aun archiduque y por intereses económicos, con la princesa Carlota de Bélgica.

Carlota de Bélgica, siendo ya emperatriz de México y viendo amenazado su trono, volvió a Europa para buscar ayuda para la causa de su marido; pero ninguna de sus peticiones fue aceptada, ni en Viena, ni en París, ni por el papa de Roma; así que el estado mental de Carlota de Bélgica, poco a poco fue empeorando, y murió 60 años después que su marido, creyendo que seguía reinando. Pasó prácticamente el resto de sus días en su Palacio de Miramar, hasta que fue trasladada a Bélgica, donde murió.

Benito Juárez (en la imagen de abajo, que desde 1858 había sido el presidente del gobierno republicano de México, libró a su país del Segundo Imperio y de la influencia europea. Lo que sucedió después de la muerte de Maximiliano I de México, forma parte de otra historia…

Y para finalizar, comentar que la pareja imperial no podía tener descendencia, y nada más ni nada menos que adoptaron a dos nietos de aquel Iturbide que fue el primer emperador de México. Me consta que existe la dinastía Habsburgo-Iturbide, y que se considera la heredera del trono imperial de México; pero como muchas otras casas reales de la vieja Europa, no tendrán corona, y seguramente nunca la tendrán. (En la imagen de abajo, la pareja imperial).

Saludos a todos los mexicanos que pasan por este solitario bosque de la Larga Espera, que son bastantes; y mis disculpas por sintetizar en tan poco espacio ese periodo tan importante de la historia de ese gran país, así como los errores que pueda haber cometido en esta entrada.