Después de haber convivido estos días con dos adolescentes de 18 y 16 años -mi ahijado y su hermano-, el mayor más taciturno y reflexivo, y el menor más locuaz y despreocupado; he llegado a la conclusión de que estar con chavales así de jóvenes nos trasmite parte de su esencia inquieta, aunque puede que sea mi inmadurez la que me haya hecho verlo de esa manera.
He disfrutado viéndoles devorar costillas a la parrilla con fruición, como si inconscientemente vieran en ello la forma de crecer más deprisa y ser mayores, y de esa manera poder hacer esas “grandes” cosas que se supone que hacemos los adultos. Paradójicamente, yo quisiera estar muchas veces en su lugar, y no tener que hacer esas cosas que aun no pueden hacer ellos, precisamente por ser adolescentes.
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Hemos estado en mi casa en el Locus Ignorabilis, aunque entre aquellas cuatro paredes, básicamente sólo hemos dormido. Por cierto que hay que ver como duermen los “angelitos”, pero después de las caminatas montañeras que nos hemos pegado con 33º de temperatura -por petición expresa de mi ahijado-, y por algunos lugares poco transitados que conozco desde mi infancia, no me extraña que estuvieran agotados. Y yo ni con pastillas duermo bien. “Juventud divino tesoro…”
Hemos estado en mi casa en el Locus Ignorabilis, aunque entre aquellas cuatro paredes, básicamente sólo hemos dormido. Por cierto que hay que ver como duermen los “angelitos”, pero después de las caminatas montañeras que nos hemos pegado con 33º de temperatura -por petición expresa de mi ahijado-, y por algunos lugares poco transitados que conozco desde mi infancia, no me extraña que estuvieran agotados. Y yo ni con pastillas duermo bien. “Juventud divino tesoro…”
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Yo atesoraré en mi memoria estas horas vividas con estos dos “niños” -a los que ya hace muchos años les daba papillas-, como un feliz reencuentro.
Yo atesoraré en mi memoria estas horas vividas con estos dos “niños” -a los que ya hace muchos años les daba papillas-, como un feliz reencuentro.
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Esta experiencia, casi con toda seguridad no se repetirá, pero ya sabéis donde encontrar al tío Jordi, que os quiere, no lo dudéis.
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Imagen: David y Borja (los adolescentes protagonistas de esta historia) x dissortat.
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