Imagen: grabado del rey Carlos II, de mi colección particular.
*Por iniciativa del autor del blog
Reinado de Carlos II, muchos de sus lectores vamos a participar este 6 de noviembre, fecha del 349 aniversario del nacimiento del último Austria de las Españas, en un homenaje a la persona de aquel monarca. Espero que mi modestísima aportación a este evento sea de su agrado.
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Fray Juan Tomás de Rocabertí, dominico, Provincial de la orden de Predicadores en Aragón, arzobispo de València e inquisidor general de las Españas, entre otros oficios durante el reinado del Carlos II, fue persona de influencia en la Corte desde 1695 y por tanto fue testigo del deterioro físico y mental del rey. Carlos II enfermaba de gravedad y se recuperaba precariamente a menudo, y como no se encontraba solución, se volvió a pensar en el Demonio como autor de todos los males que iban mermando la salud del rey. Eso no era ninguna novedad, porque ya antes se le atribuyó al Maligno la impotencia del rey, entre otras cosas. Tanto el pueblo como la Corte, así como al final también lo hizo Carlos II, comenzaron a pensar en que todo aquello era causa de algún conjuro, y de esa manera el monarca encomendó la tarea de esclarecerlo al gran inquisidor, que junto con el confesor real y dominico como él, fray Froilán Díez, se pusieron manos a la obra para investigar el caso del hechizo del rey. Supo fray Tomás de Rocabertí de la existencia de fray Antonio Álvarez de Argüelles, también dominico, que estaba exorcizando a unas religiosas de un convento de Cangas de Tineo, en Asturias, y advirtiendo al confesor real del acontecimiento, se pusieron en contacto con aquel fray Antonio Álvarez de Argüelles, y le dieron instrucciones para que interrogase al Diablo de Cangas sobre los males del rey:
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“…se sabe de cierto que en su casa hay diferentes energúmenas y convendría que vuestra merced ejecutase este medio con grande secreto y dissimulo, y para conservarle mejor sería bien que vuestra merced pusiese los nombres del rey y de la reina, que dentrambos hay sospecha aunque menos en la reina que en el rey, escritos en un papel en el pecho. Y que de parte de Dios, mandándoselo por los principales misterios de su Santíssimo Hijo y por los del Santíssimo Rosario, le preguntase al Demonio, si alguna de las personas cuyos nombres tiene en el pecho padece maleficio...”
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Fray Antonio Álvarez comenzó su trabajo, y el Demonio, que habitaba en aquel convento de Cangas, confesó que el rey, efectivamente, estaba bajo los efectos de un conjuro. Después de aplicarle al rey ciertos remedios que el mismo Diablo propuso y que no sirvieron para nada, Rocabertí y Díaz pidieron más información a fray Antonio sobre algunas cosas concernientes al hechizo que pesaba sobre Carlos II:
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“…como en el impedimento de la sucesión hay tantos que se interesan, convendría estrechar a Lucifer para que diga de qué paraje o provincia viene el daño. Quién lo fomenta hoy.”
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El Diablo se negó esa vez a hablar, pero el inquisidor instó a fray Antonio para que convenciese a Satanás de que volviese a comunicarse con él y que de esa forma se llegase a alguna conclusión. Esta vez sí contestó el Demonio y volvió a recetar algunos remedios que Juan de Rocabertí, viendo el poco efecto de los anteriores se negó a que se practicasen, y escribió al de Cangas con impaciencia:
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“…cada día es mayor la necesidad de saber la (verdad) por el decaimiento que en el rey se experimenta.”
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El demonio dijo esta vez a través de una de aquellas posesas, que el rey había sido hechizado por un personaje desconocido que se valió de los poderes de una bruja que:
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“…vivía en la calle Mayor, tenía hijos y se llamaba María”.
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El inquisidor ya perdida la calma con esta información tan ambigua, le contestó al exorcista:
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“…buscar en la calle Mayor a una muger llamada María, es lo mismo que buscar un alfiler en un pajar…”
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El Diablo poco a poco fue dando información de cada vez más dudosa fiabilidad y el recelo de fray Tomás de Rocabertí fue aumentando, hasta que el asunto quedó zanjado debido a que el Maligno dijo que solo hablaría en Madrid y por medio de fray Antonio. Juan de Rocabertí dio carpetazo a aquel asunto y pidió excusas al rey. De todas maneras, el tema de los hechizos continuó, pero esta vez fueron otros los que buscaron un exorcista, por otros medios y en otros lugares. Pero eso ya es otra historia…
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Fuentes principales:
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- Callado Estela, Emilio: "Por Dios y por el rey. El inquisidor general fray Juan Tomás de Rocabertí."
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- Maura y Gamazo, Gabriel: "Vida y reinado de Carlos II"
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- Lynch, John: "Los Austrias (1598 - 1700)"
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