En junio de 2003 o, ¿fue de 2002?, hice un viaje en camión a Alemania. Sí, sí, con un camión de 18 ruedas. Todo un lujo de cacharro, que a pesar de todo, se averió un par de veces, pero sólo fueron contratiempos que sirvieron para divertirnos un buen rato.
Os cuento brevemente lo que pasó. Para nada tenía yo pensado viajar en aquellos días; pero hicimos una visita de cortesía a una pareja de amigos, y mientras conversábamos, Nikolay, búlgaro de nacimiento -y a cuya familia había ayudado en lo que pude cuando llegaron a España, huyendo de su país-; me propuso (eso era un sábado al anochecer), irme con él en la madrugada del domingo a Worms, a descargar unas enormes bobinas de acero que estaban dentro de la caja del camión. Era muy precipitado y dudé; y aunque a mi novia, allí presente, no le causó ninguna alegría la idea de que me marchase, en pocos minutos decidí largarme. Llegué a casa, metí cuatro cosas en una bolsa de viaje y horas más tarde, salía hacia Alemania. Hasta yo estaba sorprendido de haber tomado una decisión tan precipitada y para nada meditada, cosa rarísima en mi.
Estuvimos un par de días para llegar por la noche a Mülhausen, en Elsaß o Alsacia, como la llamamos aquí. El viaje fue muy divertido, -con avería de camión incluida, como ya os he dicho-, y aventuras diversas que no me detengo a relatar, aunque las hubo de muy buenas a lo largo de esos 7 días que duró aquel periplo. La cuestión es que esa noche en Mülhausen fue de cervezas. Buena y abundante cerveza alemana; porque a pesar de ser ahora una ciudad francesa, antes lo fue alemana y aun se habla bastante alsaciano (alto alemán).
Dormir en un camión, es incómodo, sobre todo cuando uno es tan alto como yo, pero como estás tan cansado, la litera de la cabina te parece la suite de un hotel.
Si Alsacia ya fue para mí como estar en la vieja Alemania, a la que tantos lazos históricos, setimentales y bla bla bla..., me unen; cuando crucé el Rhin y me adentré en el Palatinado, -antiguo electorado del Sacro Imperio, y posesión de los Wittelsbach; esa noble estirpe bávara, tan estudiada y admirada por mí-; sentí una sensación de felicidad, difícilmente explicable.
Cuando llegamos a Worms, lo primero que vi fueron las torres de la catedral, elevándose por encima del resto de la ciudad; memorable por diversos hechos históricos y mitológicos, como fueron el Concordato de 1122; la dieta imperial de 1521, en la que Lutero fue condenado a destierro; y por ser parte importante del escenario del "Cantar de los Nibelungos", que un anónimo poeta escribió entre los siglos XII y XIII, y que Richard Wagner inmortalizó en su tetralogía operística
Der Ring des Nibelung. También es conocida por el vino del Rhin, del que me traje algunas botellas, claro. Buen rieslig, que también se elabora en Alicante, en las
Bodegas Poveda, propiedad de unos amigos de la familia.
No voy a contaros más, porque el tedio os matará. Sólo deciros que me llevé una de esas asquerosas cámaras de fotos de usar y tirar, comprada, creo, en una gasolinera francesa, y cuyo carrete no revelé hasta la primavera del año pasado, así que sólo se salvaron unas cuantas fotos. Las últimas que hice. Esas son las que os muestro aquí, casi todas retocadas o recortadas, porque son muy malas xDDD
Mi eterno agradecimiento al amigo Nikolay, por haberme llevado con él; a pesar de que la distancia y otras cosas nos hayan alejado desde hace ya bastante tiempo.
Saludos, pacientes lectores, desde mis recuerdos de aquel "extraño" viaje, acontecido en los dos lados del mítico Rhin central.
Imagen (malísima): catedral de Mülhausen x dissortat.
Imagen (malísima): Rathaus o ayuntamiento de Mülhausen x dissortat.
Imagen (malísima): Nibelungenbrücke o Puente de los Nibelungos x dissortat.
Imagen (lo peor): el Rhin fotografiado desde el camión en marcha. (véase el retrovisor en la parte superior de la imagen x dissortat.