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Y día tras día veía esos mismos paisajes a los que mis ojos ya se habían acostumbrado. Grandes zonas de arroz segadas como grandes eran mis pensamientos, pero estos segados antes de germinar. Pensamientos, sentimientos, tormentos, muchos tormentos que no podía imaginar que volverían de la oscuridad donde creía tenerlos enterrados desde mi adolescencia, y que ahora regresaban tan claros y nítidos como la luz del invierno en esas mañanas soleadas y frías.