24 de octubre de 2008

De tratados de paz


El día 24 de octubre de 1648 se firmo el tratado de paz de Münster, que complementaba al de Osnabrück, firmado el 15 de mayo de aquel mismo año. Ambos tratados son más conocidos como Paz de Westfalia. Europa, después de 30 años de guerra, la más cruenta y la más generalizada hasta ese momento, volvía a estar en paz.

Transcribo parte del Título 1º de aquel Tratado que decía así:

“Habrá una paz cristiana y universal y una amistad sincera, auténtica y perpetua entre [...] todos y cada uno [...]. Que esta paz y amistad sea observada y cultivada con tal sinceridad y celo, que cada parte se esforzará en procurar el beneficio, honor y ventaja del otro [...].”



Imagen: firma de la Paz de Westfalia.


Curiosamente, eso no era aplicable al reino de Francia ni a la Corona española, pues la guerra se prolongó entre estos dos reinos hasta 1659 y terminó con la Paz de los Pirineos, que se selló con el matrimonio del rey Luis XIV con la infanta María Teresa, hija de Felipe IV. Como siempre, Francia, dirigida por sus sagaces ministros, fue la que se benefició, y España además de perder el Artois y algunos territorios más en los Países Bajos, perdía el condado de Rosellón, esa zona que los franceses llaman ahora departamento de los Pirineos Orientales y que algunos denominamos Catalunya Nord. Por cierto que todavía se habla catalán en esa zona.



Imagen: boda de Luis XIV de Francia con María Teresa de España.


El Rosellón no volvería a recuperarse nunca más, a pesar de los ofrecimientos franceses durante las décadas siguientes de permutarlo por posesiones hispanas en los Países Bajos, el Franco-Condado u otros territorios; pero la Corte española, tan orgullosamente “borgoñona” todavía, sumada a la poca visión política de los consejeros que gobernaban esta monarquía y del rey, no permitió hacer ninguno de aquellos cambios territoriales, perdiéndose definitivamente el Rosellón, ese territorio que durante tantos siglos había estado vinculado a Catalunya, a la Corona de Aragón y al reino de las Españas. Y para finalizar, añadiré otro dato que no es muy conocido respecto del destino final del Rosellón. En otro gran tratado, -consecuencia del fin de las guerras napoleónicas-, aquel tratado que concluyó en 1815, y que es conocido como Congreso de Viena; el representante español pidió como compensación por la participación de España en las dichas guerras la entrega del Rosellón. Pero para entonces España ya no era ni una gran potencia, ni siquiera una potencia media, así que, por supuesto, aquellas reclamaciones del embajador Pedro Gómez Labrador, no fueron ni tenidas en cuenta. Francia, intocable a pesar de todo, mantuvo las fronteras de antes de la Revolución.



Imagen: sesión del Congreso de Viena.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy interesante y muy util gracias